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Hablemos de bullying en el cine. La agresión en la escuela es un tema que enfrenta especialmente al cineasta con su eterno problema: ¿Hasta dónde debo mostrar? ¿En qué momento se roza el voyeurismo insano y qué grado de prudencia podría dejar la denuncia inocua? Desde hace unos años, en las escuelas suele proyectarse por una cuestión de cercanía Cobardes (2008), pero hay otro film de Estonia que la complementa: Klass (2007). No recomendada para 13 años la primera, para 18 años la segunda, el alcance de esta última es mayor.
Para los directores José Corbacho y Juan Cruz, es importante conectar el acoso escolar con la familia. Encuentran que éste no es más que un reflejo. El líder de los agresores tiene un padre poderoso (Lluis Homar) que le ha inculcado, a su modo, la necesidad de someter antes de ser sometido. Lo interesante de Klass es que desaparezca esta lógica de causa-efecto, que la violencia mostrada sencillamente no tenga sentido, sea extrema y consentida por una mayoría. La sustenta un código de honor muy particular que consiste en el derecho de humillar con la tranquilidad de que luego no puedes ser delatado. Hay un sentimiento grupal que protege estas situaciones. Y, sobre todo, se da un miedo generalizado a resultar distinto, que te consideren escoria, un marginado.
Klass cuenta una historia real que trajo las peores consecuencias, mientras que la española deriva en un pequeño triunfo, esa media sonrisa de quien ha aprendido a defenderse. Lo que hermana a ambas películas no es la metodología sádica que se emplea, sino el silencio que provocan en la víctima. Cobardes abusa de la persecución como imagen de acoso, mientras que Klass contiene un catálogo de humillaciones físicas, psicológicas y morales. El cineasta estonio escoge sólo el ángulo del dolor, quiere que seamos testigos de cómo daña la mente y sintamos los efectos invisibles de quien lo padece.

El dilema del cineasta que apuntábamos, entonces, no es muy distinto al profesor que escoge. En el riesgo de cortar, de apenas mostrar de Cobardes, está el precio de que no entendamos la gravedad del problema.
Mientras que la contundencia de Klass logra que ningún espectador quiera ser ejecutor ni cómplice.

The class

Cobardes

                    Daniel Gascó